
Si te gusta la montaña, el contacto con la naturaleza, lo autético y el sabor de antaño seguro que Villar de Vildas no te va defraudar pero, para llegar allí o, ya lo conoces, o tienes que tener alguna referencia y, eso es lo que me ha pasado a mí.
Conocimos Villar de Vildas el otoño pasado gracias a unos amigos y, si el tiempo por entonces, no nos acompañó para ver el lugar, si pudimos comer en lo que en Asturias llamamos un bar-hostal de pueblo y que a mí , - me recordó mucho a uno de Soto de Sajambre - . Entrar allí, un día frío y lluvioso rozando ya con el invierno es cómo volver en el tiempo años atrás y, ¿ por qué me retrotraigo en el tiempo? Porque aquel lugar, aún conservaba el olor a carne bien guisada, a lo que llamamos pote de berzas, a la fabada….Y oliendo a todo esto, sería muy injusta si a mis papilas salivares, no les diera permiso para enjuagarme la boca gracias a que mi pituitaria está acostumbrada a darme grandes satisfaciones…
Nos prometimos volver porque ,si bien aquel día no pudimos conocer el pueblo , nuestra ilusión era subir hasta la Pornacal que está a una hora de camino según los lugareños. Y, a finales de setiembre decidimos volver.
Para mí, Villar de Vildas tiene algo especial. No entras en el pueblo de repente, coquetea contigo y te da la mano para entrar en una ante-sala de manchas forestales autóctonas por donde apetece perderse para, oler a hojarasca, a humedad, a setas, a otoño… Y, si los olores son poco para seducirte, la carretera serpenteante y estrecha que conduce al pueblo te conquista. Casi en la última curva ,te abre con galantería la puerta y te sorprende encontrarte con un pueblo ganadero auténtico, de los de antes y, con unos hombres orgullosos de vivir allí y, poder conservar aún,su personalidad y su oficio.
Aparcamos el coche dispuestos a subir a la Pornacal pero antes, nos dejamos llevar por el ansia de inmortalizar algunas casas típicas y, me llama la atención, las esquinas de los hórreos que son redondeadas y, cómo mi curiosidad crecía le pregunté a un lugareño el porque y, muy amable satisface mi inquietud ( para frenar los vientos ). Le agradezco su explicación y nos da la impresión que le apetece seguir hablando y, nos invita a ver unos terneros que hacía poco tiempo le habían nacido y se sentía orgulloso de lo grandes que estaban…Luego, sube al hórreo y nos enseña una cornamenta de ciervo y nos cuenta cómo lo cazó y, yo que, siento por los animales un cariño especial, me doy cuenta que nunca llegaríamos a entendernos porque partíamos de distintos puntos de vista a pesar de la sabia lección de biología rural . Nos despedimos y decidimos seguir camino. Después de un buen rato caminando la niebla hace acto de presencia y poco a poco se va deslizando por las laderas de las montañas hasta empezar a sentir frío y decidimos regresar. Al pasar de nuevo por el pueblo, admiramos con detalle la morfología rural de las fachadas de piedra así como de los tejados sabiamente amparados de los vientos dominantes . Los pequeños huertos de verdura que esperaban ser consumidos a lo largo del frío invierno. Oímos las esquilas del ganado a lo lejos … La tarde cae y regresamos no sin antes prometernos que la ruta de la Pornacal aún nos espera…


