

Aún, no he tenido la oportunidad de decirte que, viajar es una de mis prioridades por muchas razones, pero la esencial, es porque me enriquece como persona, me da alas para ver, para comparar, para meditar y para valorar los distintos paisajes que a lo largo del camino voy sorteando.
Este invierno he tenido la oportunidad de viajar hasta Bilbao y la aproveché. El viaje requería madrugar y a las siete ya estábamos en ruta. A esas horas, como sabéis, la noche se va desperezando para dar paso al día y, lo hace lentamente y sin prisa…
El tráfico era denso y rápido en el triángulo Avilés, Oviedo, Gijón y, a partir de aquí, se iba tranquilizando lentamente anunciándonos un paisaje sosegado y casi hipnótico entre las primeras luces del alba. Y a lo lejos, en el horizonte, se va dibujando caprichosamente la grandiosidad de los Picos de Europa, con sus agrestes paredes envueltas en la bruma suave del norte. Hoy, no voy a hablaros de los Picos de Europa, pero si deciros a título de pequeña información, que se llaman así, porque desde el mar, lo primero que se ve desde esta latitud son ellos; ¡ ostentosos, majestuosos! y a la vez, erguidos con terca solemnidad entre Asturias y Cantabria formando la Cordillera Cantábrica que nos separa de Castilla. Y por lo tanto
para el navegante, la primera referencia de avistar tierra europea viniendo de ultramar. Una vez que se llega a Unquera límite entre Asturias y Cantabria el paisaje montañoso se hace mucho más suave por la acción de las rocas calizas más proclives a la erosión del viento y la lluvia aunque, a decir verdad, el relieve kárstico ya empieza a dibujarse en el municipio de Llanes ( Asturias).
A la vista del viajero ,Cantabria me parece que se abre como un libro y, a medida que se avanza, se va pasando de hoja, y en cada una de ellas, leemos como los campos aún verdes y que en otras épocas sirvieron de policultivo hoy, sólo se dedican a praderías, el ganado vacuno da paso poco a poco al lanar por imperativos burocráticos…. Y de cuando en cuando, se ve alguna casita abandonada y pienso ¡ Cuántas ilusiones se habrán quebrado entre estas paredes de piedra envueltas hoy por la vegetación exuberante…! Puedo suponer y esto lo admito, que sus dueños se hayan marchado a mejor lugar para mejorar sus economías y las de sus hijos …pero lo que me cuesta mucho aceptar es que, les hayan arrancado de sus raíces sin piedad para un bien común, y luego, las obras se olviden en beneficio de quien sabe quien, aunque si lo sé, prefiero omitirlo…A veces, no comprendo como se truncan las vidas de los más débiles amparándose en el bien de los demás…Sé, que el progreso es necesario pero no a costa del débil . A medida que nos acercamos a Torrelavega el paisaje de campo va cediendo paso a pequeñas urbanizaciones y decidimos alejarnos de la autopista para coger la nacional Bilbao Palencia sabedores de que sería más lento ,- evitando así el nudo Torrelavega Astillero- y porque así, tampoco renunciábamos a ver los distintos pueblecitos que, a uno y al otro lado de la carretera nos íbamos encontrando ¡con sus rasgos de vida popular y peculiar a la vez…!
Después de pasar Solares allá, en el horizonte brumoso y plomizo, se ven despuntar los primeros accidentes topográficos de la costa, cortados por la espuma blanca del mar embravecido y, perfilados por las absurdas construcciones en altura que los nuevos tiempos nos van demandando y que, algún día, las generaciones venideras nos apuntarán con el dedo inquisidor por consentir y complacer permisos urbanísticos desproporcionados rindiéndonos al beneficio rápido. Sé, que algunas economías se sustenta en base al sector turístico pero éste, no puede ser desproporcionado con la realidad paisajística … o por lo menos a mí me lo parece.
Dejamos Cantabria y nos adentramos en el país Vasco ¡Qué distintos enfoques para llegar a una y a otra comunidad… Sin dudar, preferimos la calma y el sosiego de la patria chica de José Mª Pereda…
A la vuelta, convenimos comer en Castro. La tarde era clara, con un tibio sol de invierno, y como suele ocurrir en el mes de febrero, el frío invita a comer calentito en el casco antiguo marinero…Cuando terminamos, decidimos dar un corto paseo- porque nuestro deseo era visitar Comillas – y como siempre suele ocurrir, a esas horas y en el invierno, el pueblo dormitaba plácido… Sólo el ruido de las gaviotas nos acompañaba… y Castro seguía allí, mirando al mar, como esperando al amado que volviera de su viaje…¡ Cuántas historias guarda esa fachada marítima…! E imagino la cantidad de anhelos e ilusiones que se habrán fraguado detrás de esos cristales… El tiempo se nos echaba encima y debíamos partir… Nuestro paseo por Comillas lo dejo para una próxima entrada.