
Cuando llega la última semana de agosto sabemos que prácticamente el verano se acaba para nosotros, es hora de recoger y, lo hacemos convencidos de que setiembre nos da tregua para apurar los últimos fines de semana en nuestra casa de campo.
¡Qué sensación más distinta es la de la recogida a la de la llegada!...Cuando llegamos, es como abrir una etapa nueva en busca de sensaciones distintas a las del invierno, es el reencuentro con los amigos, el ¿qué tal el invierno?, ¿ cómo estáis? ,¿qué planes tenéis para el verano?.Las llamadas de teléfono para quedar a merendar con mis amigas de siempre Julia , María y Eduardo, ellos saben que somos muy golosos y siempre tienen un puntito de repostería…Las paellas con Julio y Mª José prolongando la tarde hasta casi el anochecer… El encuentro por primera vez con Sylvia Reguero, una entrañable amiga tan simpática como jovial y de la que guardo un grato recuerdo….La hora del café con mi amiga Carmen de toda la vida, ambas hablamos y hablamos recordando aquellos maravillosos años de cuando éramos adolescentes, de nuestras primeras miradas en busca de aquellos ojos que nos cautivaron…De aquellas romerías en los pueblos vecinos y la hora de llegar a casa puntualmente a las 11 . Hacemos balance y ¡es todo tan distinto a entonces…! Nos reímos de nuestros achaques y les hacemos frente con optimismo…
A medida de que iba guardando todo y, tapaba los muebles poquito a poco, desgranaba mis recuerdos recientes por Francia y me imaginaba el espectáculo visual que podían ofrecerme aquellos parajes por estas fechas, imaginármelos es una cosa y, estar allí disfrutándolos es otra…
Tenía las ventanas abiertas porque el día se prestaba a ello y podía apreciar el olor a yodo del mar, esta sensación la guardo desde pequeña pero, no lo apreciaba como ahora lo hago…
Después de comer sentí la necesidad de dar un paseo tranquilo por aquellos campos y empaparme de recuerdos vividos durante el verano. El pueblo estaba tranquilo, adormilado,
Sosegado, sólo se oía el mar y el graznido de una que otra gaviota… Ya sólo me falta recorrer la finca donde está mi roble que ya tiene 28 años aunque sé que todavía es joven, acariciar el tronco de mi álamo blanco y decirle que hay que resistir golpes de los vientos dominantes…Ver que las 7 nueces que tenía por verano en el nogal ya no estaban…Apreciar que mis hortensias van tirando sus hojas amarillas y las flores están casi secas…Apreciar la múltiple variedad de verdes y dorados que me ofrece mi glicinia, en cambio la buganvilla aún está vigorosa…
Sentía la sensación de que todo, poquito a poco se va preparando para la llegada del largo invierno porque a ellos al igual que a mí, nos afecta la fotosíntesis hasta que poquito a poco nos vamos acostumbrando.
No quiero dar la impresión de que el otoño no me gusta, ni mentarlo porque es una de mis estaciones favoritas la prefiero, al invierno pero, si debo aseverar de que tengo que ir poco a poco entrando en ella, y asimilar que la luz solar se acorta, que los primeros fríos llegan con los amaneceres y los atardeceres, que hay que ir sacando del armario la ropa de abrigo, que lo que hacíamos hasta entonces ahora ya forma parte del pasado. Es hora de encontrarnos con nosotros mismos, con nuestros libros que han quedado sin leer y de otros más que se sumarán. De las meriendas calentitas los fines de semana bajo la luz de lámpara de pie y no debajo del parasol… De forjar nuevas ilusiones para el año que viene…De recordar con los amigos el verano que se fue…¡De tantas y tantas cosas!
Gracias otoño por ser como eres, por darnos ahora lo que durante la primavera y el verano se fue gestando… Por teñirnos de melancolía los recuerdos vividos, por invitarnos a pasear por los bosques que si bien hace apenas unas semanas eran verdes y frondosos tú, nos ofreces el espectáculo del colorido apagado y seco tan entrañable como cromático para el deleite de todos los que nos gusta pasearlos. Gracias otoño porque tú también nos haces falta.
¡Qué sensación más distinta es la de la recogida a la de la llegada!...Cuando llegamos, es como abrir una etapa nueva en busca de sensaciones distintas a las del invierno, es el reencuentro con los amigos, el ¿qué tal el invierno?, ¿ cómo estáis? ,¿qué planes tenéis para el verano?.Las llamadas de teléfono para quedar a merendar con mis amigas de siempre Julia , María y Eduardo, ellos saben que somos muy golosos y siempre tienen un puntito de repostería…Las paellas con Julio y Mª José prolongando la tarde hasta casi el anochecer… El encuentro por primera vez con Sylvia Reguero, una entrañable amiga tan simpática como jovial y de la que guardo un grato recuerdo….La hora del café con mi amiga Carmen de toda la vida, ambas hablamos y hablamos recordando aquellos maravillosos años de cuando éramos adolescentes, de nuestras primeras miradas en busca de aquellos ojos que nos cautivaron…De aquellas romerías en los pueblos vecinos y la hora de llegar a casa puntualmente a las 11 . Hacemos balance y ¡es todo tan distinto a entonces…! Nos reímos de nuestros achaques y les hacemos frente con optimismo…
A medida de que iba guardando todo y, tapaba los muebles poquito a poco, desgranaba mis recuerdos recientes por Francia y me imaginaba el espectáculo visual que podían ofrecerme aquellos parajes por estas fechas, imaginármelos es una cosa y, estar allí disfrutándolos es otra…
Tenía las ventanas abiertas porque el día se prestaba a ello y podía apreciar el olor a yodo del mar, esta sensación la guardo desde pequeña pero, no lo apreciaba como ahora lo hago…
Después de comer sentí la necesidad de dar un paseo tranquilo por aquellos campos y empaparme de recuerdos vividos durante el verano. El pueblo estaba tranquilo, adormilado,
Sosegado, sólo se oía el mar y el graznido de una que otra gaviota… Ya sólo me falta recorrer la finca donde está mi roble que ya tiene 28 años aunque sé que todavía es joven, acariciar el tronco de mi álamo blanco y decirle que hay que resistir golpes de los vientos dominantes…Ver que las 7 nueces que tenía por verano en el nogal ya no estaban…Apreciar que mis hortensias van tirando sus hojas amarillas y las flores están casi secas…Apreciar la múltiple variedad de verdes y dorados que me ofrece mi glicinia, en cambio la buganvilla aún está vigorosa…
Sentía la sensación de que todo, poquito a poco se va preparando para la llegada del largo invierno porque a ellos al igual que a mí, nos afecta la fotosíntesis hasta que poquito a poco nos vamos acostumbrando.
No quiero dar la impresión de que el otoño no me gusta, ni mentarlo porque es una de mis estaciones favoritas la prefiero, al invierno pero, si debo aseverar de que tengo que ir poco a poco entrando en ella, y asimilar que la luz solar se acorta, que los primeros fríos llegan con los amaneceres y los atardeceres, que hay que ir sacando del armario la ropa de abrigo, que lo que hacíamos hasta entonces ahora ya forma parte del pasado. Es hora de encontrarnos con nosotros mismos, con nuestros libros que han quedado sin leer y de otros más que se sumarán. De las meriendas calentitas los fines de semana bajo la luz de lámpara de pie y no debajo del parasol… De forjar nuevas ilusiones para el año que viene…De recordar con los amigos el verano que se fue…¡De tantas y tantas cosas!
Gracias otoño por ser como eres, por darnos ahora lo que durante la primavera y el verano se fue gestando… Por teñirnos de melancolía los recuerdos vividos, por invitarnos a pasear por los bosques que si bien hace apenas unas semanas eran verdes y frondosos tú, nos ofreces el espectáculo del colorido apagado y seco tan entrañable como cromático para el deleite de todos los que nos gusta pasearlos. Gracias otoño porque tú también nos haces falta.