Nunca, había tenido la oportunidad de visitarte en mayo y, ya ves, este año, sin apenas platearlo surgió la ocasión y, no lo dudé, acudí a tí como una adolescente y, la impresión ha sido magnífica, impresionante, distinta y, en el fondo, has hecho que mi añoranza se precipitara antes... Tal vez: te preguntarás el porque, y te respondo.Tus paisajes, estaban lozanos, henchidos de verde esmeralda, de flores propias de la época como las amapolas que se mecían entre el verde claro de los campos dándoles, una armonía perfecta para mi gusto...


Querida Francia; has dejado en mi retina, imágenes de tus paisajes que jamás podré olvidar y, me viene a la memoria tus inmensos viñedos aún, de verde claro al lado de S. Emilion. Tus característicos trigales que si en anteriores visitas ya aparecían cortados, en esta, los he podido contemplar prósperos de color verde oscuro y que, al amancer se me antojaban como mares plateados debido al fuerte rocío de la noche...
Y, ¡ qué voy a decirte de tus pequeños pueblecitos medievales! encaramados en la montaña, adornándola e imprimiéndole carácter aún más porque, si algo tienes querida Francia es, personalidad, encanto y orgullo de sentirte grande y de preservar tu historia como sólo tú, sabes hacerlo que no es poco.
Si amas la naturaleza y lo auténtico como yo, no lo dudes, seguro que Francia no te va defraudar. ¡Inténtalo! pero, si te mareas, no es tu sitio.

Seguiré contádote más cosas pero, antes pasaré para leer lo que me he perdido del tuyo.