




Claro que si, Villavicosa es una pequeña villa asturiana, situada a pocos Km. De Gijón y de Oviedo y que, a pesar de haber cambiado su estructura económica sigue anclada en la placidez de vivir tranquila y sosegada, lejos aún de las formas de organización residencial de ciudad dormitorio por la cercanía de las ciudades mencionadas.
Pasear por sus calles, es como si se mezclase lo moderno y lo actual con esas tiendecitas antiguas de ultramarinos dando cabida a todo lo que busques, tiendas y talleres de artesanos del azabache, mineral noble para ser cincelado, y que desde aquí, y a través del camino de Santiago se enviaba en grandes cantidades en la edad media para los gremios y plateros de Galicia.
A pesar de abrirse a la modernidad, Villaviciosa aún conserva los vestigios de su pasado, y pasear por las calles de su casco antiguo merece la pena. En ella pernoctó Carlos I , y para rendirle honor los maliegos le han puesto una pequeña estatua frente al palacio de los Hevia donde se cree que allí estuvo unos días. También se pueden ver bien conservadas, casonas de hidalgos blasonadas, singulares edificios construidos en apariencia, por la burguesía local, y alguna que otra construcción de casas indianas salpicadas a las a fueras que nos recuerdan la llegada a la villa de gentes nacidas en ella, pero que buscaron en ultramar sus aventuras económicas.
El paseo se hace corto, pero las terrazas ubicadas estratégicamente, nos invitan a degustar un vasín de sidra porque, no en vano, Villaviciosa es la cuna de la sidra asturiana, donde las pomaradas nos agasajan con manzanos torcidos resistiendo los empaques del los vientos dominantes, y que por estas fechas nos deslumbran con sus flores blancas para dar paso a finales de verano a esas singulares manzanas de sabor especial, mezcla de dulce y ácido que caracterizan tanto a nuestra bebida tradicional, la sidra. Esa bebida, color oro claro y casi transparente, que perfectamente escanciada es sabor de dioses para quienes la prueban, y por si fuera poco con alguna connotación terapéutica.Pero, llegar a Villaviciosa y no visitar los vestigios de arte representados en la iglesia prerománica de, San Salvador de Valdedios y su monasterio, y la iglesia románica de san Juan de Amandi es algo así como terminar la comida sin postre, y a pesar de la lluvia y la tormenta allí estuvimos. Nuestra visita, el sábado con unos amigos, mereció la pena.